Se trata de un piso de 90 m2 construido en 1925, buscando ser muy respetuosos con el contexto y así mantener la identidad de un piso clásico del Eixample y sus elementos constructivos característicos de la época, típicos de muchas de las fincas del tradicional barrio barcelonés. Hablamos de una vivienda de techos altos, con espacios que parecen cajas comunicadas entre sí, algo muy propio de los edificios modernistas de principio de siglo XX. Estas cajas vienen dadas por el sistema tradicional de muros de carga y techos de vigas de madera y bóveda catalana de cerámica.
Como concepto, se opta por reintegrar en lugar de reemplazar. Inspirados en las pre-existencias que ademas guían en el proceso, donde protagonizan materiales como la madera, cal y pigmentos naturales. Una estrategia de restauración y reintegración de texturas originales que se extiende a todas las estancias de la casa, a modo de hilo conductor, dotando así de coherencia y comunicación a los distintos espacios interiores.
La entrada se realiza a través de un pasillo en el que se recuperan todas las texturas originales del ladrillo medianero que se complementan en el otro costado con un trabadillo de cal y yeso. Este pasillo, actúa como distribuidor de las distintas habitaciones de la casa a las que se accede mediante puertas macizas de madera de pino que han sido restauradas.
El cambio más importante viene dado al desplazar y reubicar la cocina, situada originalmente en una zona oscura e interior, quedando abierta hacia el gran patio de interior de isla orientada a Sur, gozando de ventilación cruzada y luz natural durante todo el día.
El dormitorio principal se mantiene en su ubicación original. Sin embargo, se interviene realizando una apertura circular en el muro de carga que divide dormitorio y salón/cocina. Utilizando únicamente ladrillo cerámico manual, a modo de arco de descarga natural, sin necesidad de utilizar apeos mediante vigas. De este modo, no solo se dota de luz natural al espacio sino también, se relaciona con las distintas zonas de la casa dando una mayor sensación de amplitud y conectando el interior con el exterior.
Con el mismo propósito de mantener la esencia del barrio se han rehabilitado los techos, conservando su estructura original de bovedilla cerámica y vigas de madera que fueron reforzadas mediante perfiles metálicos y un tratamiento anti hongos. A su vez, se restauraron todas las puertas antiguas, decapándolas y recuperando la madera. Lo mismo con las ventanas, reemplazando el vidrio simple por un vidrio de cámara y mayor grosor. En los baños, un estucado de cal recubre todos los paramentos y las picas se realizan en mármol de carrara.
Se trabaja con los propios materiales de la construcción, dejándolos vistos, como se hacía en antaño. Por un lado, se desvisten las paredes, exhibiendo la textura de ladrillo manual de los muros de carga, que por otro lado, se complementan con los revestimientos en los tabiques mediante la combinación de varias técnicas ancestrales, y así mantener y recuperar el aura de la honestidad arquitectónica.
Materiales ya presentes. Ecológicos y autóctonos, con una huella de carbono muy baja. Utilizando técnicas tradicionales tales como silicatos potásicos, estucados de cal, trabadillos, veladuras de cera, pintura de cal, sin base acrílica y aceites naturales, de poro abierto, que mantienen la esencia de los materiales y aprovechan de paso sus propiedades higroscópicas, aislamientos naturales a base de corcho, etc. Todo ello contribuye a acentuar la sensación de domesticidad y confort que constantemente se busca.
Reconstruir, el trabajo artesano, el confort y la domesticidad, son valores que se han buscado plasmar en esta intervención, describiendo un conjunto de emociones percibidas y no sólo un atributo aislado. La domesticidad y su relación con la familia, la intimidad y una consagración al hogar, así como una sensación de que la casa incorpora esos sentimientos.